Hace un poco más de 7 meses, cuando mi amiga Mónica empezó su tercera lucha a esta enfermedad, pude escribirle en este blog en “mi inspiración” cuanto la quería, cuanto la admiraba y la luz que significada para mi en este proceso.
La vida que nos unió en la juventud y que por cosas del destino nos había alejado un poco físicamente, nos regalo esta enfermedad para reencontrarnos y sobretodo para sentir que en nuestros corazones el tiempo no había pasado y que ahí seguía la misma amiga amorosa, incondicional de tiempo atrás y que su corazón y calidad humana habían incluso crecido más que nunca.
Cuanto tengo para agradecerle! Esa cercanía tan precisa, tan asertiva como ella. Aparecer en el momento perfecto siempre, sobretodo en el punto perfecto para quienes vivimos estos días “diferentes” que queremos y no queremos hablar… que queremos y no queremos compañía… que queremos tanto y no queremos a la vez… Por eso, por haberlo ella vivido, sabía exactamente cuando y cuanto era mucho o poco.
La mejor compañía. La veía tan tranquila y tan feliz que fortalecía la paz que yo sentía y me demostraba que la actitud hacía toda la diferencia. Me validaba que al contrario de muchas otras personas que le habían entregado su felicidad a la enfermedad, ella lo miraba a la cara, y frente a él, seguía construyendo una vida llena de ilusiones.
Ella que se veía tan bien, tan llena de planes, de sueños, llegó con un nuevo diagnóstico, un metástasis en el hígado que me dio a pavor, también a ella, pero desde el comienzo resolvió que era una lucha más de la que estaba convencida nuevamente iba a ganar.
Era una guerrera, se le medía a todo cargada de fe, de mucha fe. Empezó a aceptar con amor todo lo que le iba llegando y así le doliera en el alma trabajaba por ello. Recuerdo especialmente el día que se le empezó a caer el pelo. Me llamó y hablamos más de una hora por teléfono, lloraba de la angustia de sentir que tenía que volver a prescindir de él, pero sobretodo la mortificaba ser esclava de la peluca de un tratamiento que parecía por el momento ser bastante largo.
-“Lini, dime algo que me ayude a no volver a cargar con esa mentira”, me dijo.
Yo la verdad le respondí con tanta convicción de lo gratificante que era para mi andar “libre” de peluca, lo que había significado para mi cuerpo, mi alma y mi ego, lo que significaba para mi marido y mis hijos y lo que podría llegar a significar para una persona en la calle que no conocíamos… Ella lloraba mientras me escuchaba y yo le garantizaba que después de unos días de impacto iba a sentir la felicidad más grande del mundo… Y así se fue… El día que se rapó me mandó de inmediato la foto y la vi más hermosa que nunca, me la mandó con esa sonrisa de complicidad que solo yo podía entender y cuando pasaban los días frecuentemente lo agradecía, me contaba las mil historias producto de ser una mujer calva en la calle en esta ciudad y nos reíamos sin parar.
Pasaron los meses y los días se fueron volviendo más difíciles, parecía que su cuerpo estuviera bailando a otro ritmo diferente al de su mente y su alma. Hubo que suspender unos días de tratamiento para nivelarle lo que hacía resistencia a los medicamentos que se usaban previos a la quimioterapia.
Aún así su fe era inquebrantable, ella estaba convencida que de esta volvía a salir . Yo por el contrario, y a pesar de ser siempre optimista, sufría con cada día que pasaba sin ella poder recibir su tratamiento y algo dentro de mi me decía que eso no iba a estar tan bien como pensábamos.
Yo le preguntaba a mi marido que es médico, al oncólogo que era el mismo mío y aunque siempre me hablaron de cosas que faltaban por hacer y me decían que siempre había esperanza yo nunca quedaba satisfecha con las respuestas.
Decidí aprovecharla como nunca, dentro de lo que se podía y se dejaba, sabía que a veces necesitaba unos días de silencio y tímidamente yo aparecía hasta que ella volvía a regresar cargada de energía. Y yo siempre estaba allí, paradójicamente se habían invertido los papeles y mientras yo iba de salida del tratamiento ella volvía a empezar.
Recuerdo muy especialmente un día que la acompañe a la quimioterapia (yo que había dicho el último día que allá no volvía ni a deshacer los pasos) estábamos afuera y ella estaba resolviendo telefónicamente una orden de un medicamento que aún no había recibido. Ella caminaba mientras hablaba y con esa delicadeza que la caracterizaba le pedía a quien estaba al otro lado del teléfono, que le ayudará por favor que ya estábamos allá y necesitaba seguir con el tratamiento.
Yo, la miraba a distancia y mientras ella hablaba y reclamaba ayuda para seguirle luchando a la vida, yo le pedía a Dios en silencio que la protegiera, que le diera paz, que le diera vida… Ese día antes de ir a acompañarla incluso había ido a visitar a mi mamá en su osario y le había pedido que por favor que ese tercer medicamento que le iban a ensayar ese día para evitar la reacción le funcionara pues teníamos toda la fe puesta allí y como mi mamá la había querido tanto yo estaba segura me iba a ayudar.
Dios me escuchó, hizo todo como El lo hace, perfecto así no parezca. Escribiendo “derecho en renglones torcidos” El aceptó mi petición pero a su manera… decidió protegerla como nunca , darle toda la paz y regalarle la mejor vida…todo esto sería sólo posible a su lado. porque creo yo se venían unos días difíciles, muy difíciles para ella y para todos los que la queremos tanto.
En pocos días pasaron muchas cosas que la descompensaron y sin siquiera pensarlo, en un abrir y cerrar de ojos se la llevó… La premió con un final fácil, sereno y en paz , así como ella se lo merecía. Se la llevo sin dejarla sentir dolor, miedo ni angustia porque ella así como todos estábamos convencidos que particularmente de esa embolia no iba a morir y rápidamente sería dada de alta. En cuestión de horas se fue al cielo dejándonos a sus amigas incluso con mensajes grabados y con la planeacion de una posible bienvenida cuando volviera a casa.
Que dolor más grande sentí, era una mezcla de miedo, de angustia, de desasosiego. Su muerte se me llevó toda la energía, toda la que había acumulado estos meses, era como si se me hubiera llevado la luz. Me sentí frágil, vulnerable, pero sobretodo me sentí profundamente sola pues nadie, absolutamente nadie podía reemplazar el papel que ella tenía en ese momento. Ese vínculo afectivo y esa necesidad creada de podernos hablar de “tu a tu” y aunque ambas tenemos grandes amigas del corazón ninguna podía cumplir la función que teníamos la una a la otra. Era cuestión de empatía, de saber que las dos estábamos en el mismo “modo” y que nuestras aburridas conversaciones para otras no lo eran para nosotras.
Me quede sin confidente, sin guía y sin fuerza. Hablábamos por horas en la mañana temprano cuando los niños salían para el colegio y los esposos a trabajar (justo en este momento en que escribo) así podíamos llorar y reírnos a la vez sin que ninguno lo notara pues no nos gustaba verlos sufrir. Ella soltaba carcajadas con mis exageraciones y se volvía profundamente analítica cuando hablábamos de la posibilidad de morir y del desapego. Conversaciones deliciosas a pesar de estar en torno a un tema tan poco amigable, conversaciones reales, dulces y saladas pero siempre conversaciones que fortalecían y nutrían el alma.
El tiempo ha pasado. Un poco más de un mes que ha sido más lento de lo que quisiera, todavía siento ese nudo en mi garganta cuando pienso en ella, todavía se me llenan los ojos de lágrimas rápidamente cuando siento que la necesito, me dejó mal acostumbrada y el inconsciente me juega malas pasadas y hay momentos que voy a buscar el celular para contarle alguna buena noticia en torno al tratamiento, porque ella disfrutaba de la subida de mis neutrófilos como si fueran sus acciones en la bolsa y viceversa. Nos monitoreábamos las citas médicas, nos contábamos una a una las cejas y pestañas que se le iban a ella y que ahora me llegaban a mi y sobretodo desnudamos totalmente nuestra alma y nuestro corazon. Hoy por ejemplo que tengo resonancia de control se que estará allí más presente que nunca y después de tantos días de sentir tanta melancolía, hoy finalmente tomé la decisión de entregarla y pedirle que me deje la fuerza, la esperanza y la fe que ella tenía.
Ahora si, me quedo acá yo sin ella materialmente pero con su esencia dentro de mi, me quedo llena de promesas, de planes juntas, de consejos y de hermosos recuerdos. Me quedo con su último chat en mi celular que no quiero borrar y con el recuerdo de voz y su risa que hago el esfuerzo de no olvidar nunca.
Ella se llevó mis secretos y mis preguntas, pero se que desde allá me dará las respuestas. Se llevó sin querer por unos días mi alegría pero ya me la regresó y precisamente en su honor lucharé para conservarla y reír a carcajadas como ese último día que estuvimos juntas.