6- Mi mamá

El día de la madre, en el mes de mayo, estaba destinado para hacerle reconocimiento en este blog a mi mamá por ser gran inspiración en mi vida.

Ella quiso “adelantarse” y por eso su mensaje llega el 9 de abril, después de un par de días de haber trascendido al estado ideal que siempre anheló.

Esta carta es para ella.  Lamento no haberle visto su cara mientras se la leía y haber tenido que cambiar un poco su contenido , hubiera querido que escuchara en vida todo lo que tenía para decirle, pero estoy segura que hoy la recibirá mejor que nunca. Hoy entiendo también porque madre no hay sino una, porque el dolor de perderla un ser humano no podría soportarlo mas veces.

Madresita:

Que alegría hay en mi de saberte plena. Que alegría saber que cerraste “con broche de oro” tu paso por la vida. Que alegría saber que estás en mi y ya no conmigo.

Tuviste una vida llena de aprendizajes, desde que eras pequeña la salud no estuvo de tu lado a tal punto que al momento de casarte la advertencia del médico a mi papá era que no podías tener ningún hijo porque fácilmente podías morir.

Mi papá, con la inteligencia que lo caracteriza, sabía que eras un lujo que no podía despreciarse y por eso a pesar de las advertencias, las cuales seguramente habrían sido un claro impedimento para cualquier otro, fueron por el contrario para el un motor para arrancar con mas fuerza, para ponerle la doble a ese camino que recorrerían juntos.

Enviaron entonces solicitud al vaticano para poder planificar y así tu no morirías. Por fortuna, la solicitud fue negada y fuimos llegando 8 hijos, 17 nietos y 3 bisnietos.

Fuimos llegando todos… rápidamente, con pocos años de diferencia.  Cuando ya habías parado y habías “sobrevivido” a 7 partos y el menor tenía ya 7 años resultaste de nuevo en embarazo. Lloraste, algún día me lo confesaste. Lloraste porque en esa época tener un hijo de 39 años no era común y sentías miedo de que algo no saliera bien.

Por fortuna, con ese corazón que no cabía en tu cuerpo rápidamente me acogiste y con esa fe infinita que tenías, pedías a Dios que “fuera su voluntad” y que el bebé que viniera en camino estuviera lleno de salud y de virtudes. Algo que me repetiste varias veces cuando te sentías orgullosa de alguno de mis logros que aunque pequeños siempre eran enormes para ti.

Fui entonces la niña de la casa, tu niña, la que nunca creció para ti, la que te sorprendía como lo sorprenden a uno los bebés. A la que todavía le preguntabas si llevaba chaqueta, si tenía saco puesto, si ya había desayunado y si había dormido bien.

Fui una contemplada a mas no poder, me mimaste más de la cuenta y fuiste una mamá siempre presente. Recuerdo esa tranquilidad que me generaba  llegar del colegio y saber que estabas en casa, recuerdo con alegría oirte cantar permanentemente mientras cosías, pintabas, jardineabas o hacías oficios de la casa. Recuerdo cuando jugábamos peluquería y dejabas que te hiciera el pedicure y te pusiera rulos a pesar de que dolía. Recuerdo una infancia llena de mimos, de abrazos, de besos, de vestidos hechos a la medida por ti, de muñecas cuidadas en compañía… una infancia llena de mamá. Y aunque tenías tu inestabilidad en la salud,  recuerdo que me encantaba dormir contigo porque eras “muy calientica” calor que cuando crecí, entendí que era fiebre y que permanentemente entrabas y salías al hospital porque tu corazón, tus pulmones o tus riñones lo pedían.

Y así crecí, pasé una adolescencia donde la alegría de la época, las fiestas, los amigos, los novios se ponían en pausa por tus problemas de salud.  Pasé una vida entera con la angustia de sentir que en cualquier momento pudieras dejar de existir, de salir para cualquier viaje llena de miedo de recibir en cada despedida la que quizás fuera tu ultima bendición y de celebrar cada día de la madre y navidad como si fuera el último. Pero si que fuiste valiente! tu cuerpo respondía y los médicos se sorprendían al ver como la fuerza del amor que tenía y tu fe te ponían nuevamente de pie, lúcida, sonriente y bondadosa. Con sentido de gratitud hacia todos y con unos brazos abiertos de par en par para quien lo quisiera o lo necesitara.

Llegó después la universidad y apareció quien hoy es mi marido y quien quisiste como un hijo, como tu misma se lo dijiste antier cuando te despediste de cada uno.  Fue un “ángel” para ti, palabras que tu misma usaste, te cuidó tus enfermedades por 25 años y llegaba en el momento oportuno como caído del cielo. Dos paros respiratorios tuviste  mientras estabas con el y por su conocimiento en medicina llegábamos a la clínica, en otra condición no lo hubiéramos logrado. Parecía que estaban conectados con el corazón y fue por eso que el sábado, sin ningún motivo claro y contundente te propuso que el domingo ingresarás a la clínica para que te hicieran varios chequeos y te organizaran varias cositas que se estaban descuadrando.

Entraste tranquila y feliz, nos fuimos conversando delicioso y yo te decía que íbamos como para una cesárea programada y te reías.   Incluso me pediste que te pusiera la pijama tan pronto llegamos y te dije que no lo hicieras, que era de día, que el día estaba hermoso y que no estabas enferma y que la pijama enfermaba más. Me hiciste caso un par de horas más, finalmente para ti clínica era igual a pijama y en esas terminamos.

El lunes en la mañana recibimos muy temprano una llamada de mi hermana que durmió contigo contando que la noche no había sido muy buena y que los pulmones estaban muy congestionados,  la orden era intubarte y ni tu ni nosotros queríamos proporcionarte una situación que habías vivido anteriormente y que habías pedido nunca más repetir.

Fue entonces como una vez determinado que ese no sería el camino, fuimos llegando todos con nuestros hijos a despedirte, a despedir con alegría la mejor mamá, la mejor esposa, la mejor suegra y la mejor abuela y bisabuela que haya podido existir, a despedir ese ser de luz desbordado en bondad y amor para los demás, despedir la prudencia, la templanza y la fe hecha mujer.

Te sorprendiste inicialmente de vernos llegar a todos, pero con la lucidez que te caracterizó hasta el último momento descubriste muy bien que ya era el final.

Te llegó entonces una visita hermosa  a ponerte los santos óleos, un padre que adorabas. Lo recibiste sentada, con las manitos en posición de fe como las tenías permanentemente y respondiste con coherencia y entrega absoluta a todo lo que te dijo.

Cuando nos quedamos solos contigo nos diste hermosos consejos para la vida :”seguir unidos, actuar con rectitud y honestidad, pero sobretodo tener a Dios por delante de cualquier cosa”.

Nos hiciste arrodillar a todos y entre lágrimas nuestras (no tuyas) nos diste tu última bendición.

-Mami te adoro, te dije al oído y con firmeza en mis palabras.

-Yo a ti, me respondiste, y te admiro porque eres muy valiente.

-Como no voy a ser valiente con lo que me has enseñado mamá?  Te lo dije ya con voz temblorosa.  Que hubiera sido de mi con todo lo que me pasó si no te hubiera tenido a ti? . Ahí si  con lágrimas en mis ojos y en mi voz. Fue inevitable, lágrimas que pocas veces derramé en vida frente a ti porque sabía que te dolían.

Ella no me respondió. A los pocos minutos pidió acostarse y que le dieran el sedante que le habían prometido, ese sedante que ella sabía sería para siempre, esa pósima de amor para su encuentro con el padre y con Diego su hijo quien desde hace años la reclamaba en el cielo y quien ya le tocaba el turno de volver a tener mamá…

Y a si fue…Te fuiste apagando como una velita, con todos los que te amábamos alrededor física o virtualmente, cantándote las canciones que te gustaban, rezando tus oraciones preferidas,  besándote y acariciándote sin parar. Todos felices dentro de nuestro dolor al verte partir así, todos felices porque el cielo estaba de fiesta. y como te dijo el padre: “Si esta vez no es otro amague…feliz viaje”. Todos agradecidos con EL porque te dio la verdadera muerte del justo, la que habías pagado por adelantado.

Y te fuiste mami, dejaste de respirar poco a poco hasta que llegó el final en plena luz del día, con el cielo sin una nube como te gustaba a ti. Pasaste a otra dimensión donde no hay ya más chuzones, más morados ni más maluqueras.  Trascendiste a un lugar donde no oscurece, donde no hace frío ni hay peligros. Un lugar donde por el contrario todo es primavera, donde las orquídeas que tanto te gustan florecen siempre y donde los coros de las voces de tus nietos nunca se apagan.

Que “parche” como dirían mis hijos, que maravilla ese lugar celestial tan anhelado por ti, ese lugar donde el tiempo y el dolor no existen, ese lugar al que tu hace rato querías y merecías llegar.

Ahora madrecita, tienes una gran tarea conmigo y debes empezar por llenarme tu vacío, por tapar ese hueco que siento en mi cuerpo que solo un abrazo de madre puede llenar.  Tienes que continuar explorando como voy a reemplazar esa primera llamada para contarte cualquier buena noticia mía, de mi marido o de mis hijos pues las disfrutabas más que yo; Tienes que explicarme donde voy a refugiarme cuando tenga miedo, pues aunque nunca te lo decía para no hacerte sufrir, en esos momentos de angustia siempre llegaba donde ti.

Donde mami?  Dónde voy a encontrarte?   Se qué estas aquí, se que estarás conmigo. Se que me cuidarás más que nunca y me guiarás , pero hoy mami te necesito , te necesito como nunca antes te había necesitado, te necesito para terminar esta batalla que me entregaron y que voy ganando pero siento que me quitaron mi armadura, siento que voy perdiendo mis superpoderes si tu no estás.

Necesito sentirte cerca, necesito tener la certeza de que  acá vas a estar. Y me levantare así como lo hiciste tu tantas veces y seguiré descalza por el camino empedrado que me falta que es poco sin ti porque antes me llevabas de la mano pero hoy me vas a cargar.

Te extraño como nunca y me arrepiento de cada segundo que desperdicie a tu lado, del tiempo que pude haber compartido más contigo y que el trabajo o la vida no me lo permitió.   Si pudiera devolver el tiempo, si yo hubiera llegado a saber este vacío y este dolor que se siente al carecer del amor de ese ser que más te ama en el mundo.  Si hubiera dimensionado la sensación de abandono que da no tener mamá, te juro que no me habría movido de tu lado.

Perdón mamá, perdóname si en algún momento te hice sufrir o si no fui la mujer, esposa o hija que esperabas. Perdóname por haberte dado quizás unos meses de angustia por mi enfermedad y perdóname por los minutos que perdí a tu lado.      Daría lo que fuera por recuperarlos uno a uno, daría lo que fuera por sentir esa certeza de sentirse amado sin límites que solo una mamá como tu puede dar.

Te prometo que cada día de mi vida te recordaré. Te prometo que cada que abra mis ojos tendré a Dios primero que todo como tu lo pides. Te prometo que trataré de emularte en tu bondad y generosidad.  Pero como soy frágil, como soy aprendiz, necesito que me lleves de la mano para que mis hijos, mis nietos y mis bisnietos siquiera tengan un poquito de ti.

Gracias infinitas por tu vida, por tu entrega, por tu ejemplo y por tanto amor que me diste. Gracias por ser mi mamá.

Te amo desde lo mas profundo de mi alma.

Lina