14- La peluca

A otro día de raparme debía ir con mi peluca donde la especialista para que le hiciera el corte de la capul.

Inicialmente me afeitaron la cabeza con máquina y crema de afeitar y después debía pasar a ensayar la peluca.  La verdad quedó muy bonita, era mi pelo, creo que por eso hicimos click inmediato. Sin embargo en los 10 minutos que estuve allí me picó, me rascó, me estorbó.

Cuando nos montamos al carro mi esposo me dijo que me la quitara, que le gustaba verme así; sentí un alivio enorme, aunque sabía que no tenerla era ponerme el letrero de cáncer, la tortura de soportar la peluca por tantos meses iba a ser mayor y son suficientes incomodidades como para sumarme una más.  Ese día , en mutuo acuerdo con mis hijos y mi esposo definimos que la peluca sería un lindo recuerdo.

Termine entonces después de un evento familiar en un centro comercial, donde fui, sin querer, el centro de muchas miradas; algunas con asombro, otras con compasión y otras con admiración, las últimas  especialmente de mi marido y mis hijos que eran las que en realidad importaban.

Hoy en día, me encanta estar sin peluca, aunque al principio daba frío, ahora disfruto la frescura…la ducha… Y sobre todo no siento un cuerpo extraño en mi cabeza, así no tengo motivos para recordar que estoy en un tratamiento.

Lo recuerdo cuando me veo en un espejo, en una vitrina; lo recuerdo con alguna mirada diferente en un sitio público, algún comentario imprudente de personas en la calle que recibo con total tranquilidad entendiendo que vivimos en un país donde no estamos acostumbrados a respetar las diferencias.

Eso si, mi peluca tiene donde recargarse todas las noches …

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